Publicado originalmente el 23 de junio de 2012 en el diario
La Prensa
“Cuando desperté, me di cuenta de que las luces estaban
apagadas; presumí que dormía, fui a su cuarto a verificarlo y así fue. Entré a
revisar que mi mamá estaba haciendo lo mismo, y también estaba dormida; después
fui a ver si mis hermanos, que están bien chiquitos, habían logrado conciliar
el sueño; fue un milagro verlos dormidos después de lo sucedido. El moretón de
Michael, mi hermano más pequeño, estaba colorándose más; de seguro mi mamá lo
maquillará con polvo antes de irse a la escuela en la mañana; mi mamá lo tiene
bien claro, él siempre lo repite ´lo que sucede en casa se queda en casa´, debe
ser que nadie habla por miedo”.
“Fui a mi cuarto de vuelta y, por error, dejé la puerta
abierta, espero no descuidar eso la próxima vez; estaba muy triste y, como de costumbre,
me puse a llorar; no aguantaba el dolor en mi espalda, ya me habían detectado
escoliosis severa por los golpes anteriores, no te puedo describir este dolor y
lo peor es que no hay cómo pagar la operación. Papá escuchó mis llantos, mamá
intentó detenerlo, pero él la empujó contra la pared, no debía llorar, otra vez
me equivoqué, voy a tener que pagar las consecuencias. Entró a mi cuarto y lo
último que recuerdo fue la sangre que corría por mi cara; esta vez papá me hizo
dormir, solo que a golpes”.
“Mimi, tu eres mi diario, la única que conoce de esto y yo
sé que no te vas a atrever a contarle esto a nadie, al igual que yo”. – Diario
de Stella P. 13 años.
Así como en este cuento, lo que vive esta niña en su casa es
lo que viven miles de niños en nuestro país; el maltrato infantil es una
máscara social que puede ocurrir en cualquier familia sin excluir religiones,
razas o niveles sociales.
El peor error es callarlo, pero estos niños lo hacen por
miedo, miedo a ser lastimados, ya sea física o psicológicamente; por lo
general, sus padres los obligan o los amenazan a callar y a no comentar nada,
por eso, el dicho “lo que sucede en casa se queda en casa” es el más apropiado
para las familias en las que ocurre violencia y los niños sufren por maltrato.
Por más crudo que suene, el maltrato infantil es una
realidad que no queremos ver y una realidad que no queremos aceptar, porque en
Panamá “todo es perfecto”; el miedo de qué dirá la sociedad, sus comentarios,
qué pueden pensar de la familia, el miedo de que vuelvan a sufrir un golpe o un
insulto más se va acumulando, poco a poco, en ellos impidiéndoles saber qué
decisión tomar.
Aprovecho que ayer se conmemoró el Día del Psicólogo en
Panamá para invitar a todo los habitantes del país a que tomen conciencia de
esta situación. La cultura panameña ha influido sobremanera para que el
maltrato infantil se vea como una forma de conducta o enseñanza para los niños:
“le pego o le grito para que aprenda”. Y, por supuesto, que va a aprender: pero
a golpear y a maltratar, igual que su agresor.
El maltrato infantil no es un juego o un método de
aprendizaje sano; es un abuso psicológico y emocional que puede perjudicar la
vida y el futuro de cualquier menor, pues aunque existan golpes que no logremos
ver a simple vista, como el maltrato de forma verbal o abuso psicológico, son
golpes que ellos van a ver y sentir el resto de sus vidas, si no se les brinda
un tratamiento o una terapia psicológica adecuada.
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Sobre el autor: María Carla Sayavedra cursa actualmente su
segundo año de Licenciatura en Psicología en la USMA. Si bien es una de las
mejores estudiantes, no se debe cometer el error de considerarla aburrida o
simple: actualmente concursa en el certamen Miss Turismo de Panamá, mantiene su
propio blog (http://mari-sayavedrap.blogspot.com/), es vicepresidenta de la
nómina Eros'13 de estudiantes de Psicología de la USMA, es bailarina y ha sido actriz de
teatro en ocasiones. Divertida y alegre, pero siempre manteniendo su formalismo
y seriedad, María Carla es una digna representante de la escuela de Psicología.
Síguela en Twitter:@MariSayavedra
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Muy buen artículo para crear la conciencia que se necesita hoy en día, ya que la triste verdad es que muchos recaen en estas conductas no por ser malintencionados, sino por desconocimiento del tema.
ResponderEliminarEl aporte que les puedo dar es una metáfora propia que cae de maravilla: "Si tienes un pliegue en una alfombra y lo hundes, lo único que harás es que ese pliegue aparezca en otro lado". Cuando las cosas no salen de casa, queda el sabor amargo de ellas, tal vez sin reflejar síntomas en el momento, pero tarde o temprano, estos pliegues te harán tropezar. Por eso, aún refiriéndome a la metáfora anterior, al el pliegue, no tienes que pisarlo y esperar que desaparezca por arte de magia, sino que tienes que levantar la alfombra, estirarla, y acomodarla de tal manera que ese pliegue no moleste más.
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Rodolfo Hogan Sakata