¡Oye Arnold! (Hey Arnold!) es una serie animada
estadounidense, producida por la cadena Nickelodeon, que muestra la vida de un
niño de 9 años en Hillwood City, una ciudad ficticia ubicada en el estado de
Washington, pero que mezcla elementos de Brooklyn, New York, Seattle y hasta
Londres.
Y vaya que Arnold es un personaje interesante: la pérdida de
sus padres, el significado que le otorgaron ellos y sus abuelos a su nacimiento
(supuestamente milagroso, durante la erupción de un volcán), la manera en que
parece ser el Superyo de todos sus compañeros de salón (y de los adultos
también) -algo así como un Pepe Grillo sin Pinocho, ayudando a quien se le
ponga en frente-, su relación con sus abuelos: un veterano de guerra con
ocasionales síntomas de estrés post-traumático y una señora que en cada capítulo
se cree alguien diferente… en fin, en Arnold hay material para analizar de
sobra. Sin embargo, hoy me enfocaré en el segundo personaje principal: Helga G.
Pataki.
Helga, niña de 9 años con una sola ceja, está perdidamente
enamorada de Arnold, pero lo oculta siendo grosera, antipática y ofendiéndolo
constantemente. Tiene unos padres en extremos despreocupados y una hermana
mayor llamada Olga. Helga nunca se llevó muy bien con su hermana por la envidia
que le genera el hecho de que sus padres siempre la valoraran más. Es inteligente
–tanto o más que su hermana-, gran poeta y poseedora de grandes dotes
artísticos, aunque se los guarda para ella.
Helga no es tan inocente o positiva como Arnold, pero ama
que él sí lo sea.
Ok, ya describimos (grosso modo) a nuestro personaje,
vayamos al análisis:
Empecemos este viaje por Helga, teniendo en cuenta la
siguiente premisa: “No hay persona capaz de dañarle más la vida a alguien que
sus padres”. Seamos objetivos aquí: casi todos amamos a nuestros padres, nos
trajeron al mundo, pero, hey…son quienes nos crean y nos crían; nuestro primer
contacto social es con ellos y de la manera en que nos traten depende la manera
en que trataremos no sólo a los demás y a nuestro entorno, sino también a
nosotros mismos. Es por esto que me parece obvia la relevancia que tiene el
analizar a los padres de Helga y su dinámica familiar para llegar a una
conclusión sobre su comportamiento.
Empecemos con su padre: Bob Pataki. De su infancia no se
conoce mucho, en la serie sólo se muestra cómo es en la actualidad, no los
hechos que lo llevaron a ser como es. Sin embargo, se sabe que proviene de una
familia pobre y que trabajó duro para formar su propia empresa, de la cual se
enorgullece mucho. Esto es un factor a tomar en cuenta sobre el señor Bob: es
un hombre que valora mucho el trabajo duro y el sacrificio. Trata a todos
aquellos que lo rodean como inferiores pues considera que el respeto, al igual
que todo en la vida, se gana a punta de trabajo.
A raíz de que desde pequeño aprendió que la única forma de
triunfar y ser exitoso era mediante el trabajo, se forja una personalidad que
no admite la debilidad dentro de su estructura. Al menos, lo que según una
sociedad patriarcal machista significa “debilidad”: dejar ver a los demás que
se tienen sentimientos, que a veces se sufre, que se llora…
“Los Pataki no hablamos las cosas, las ocultamos bajo el
tapete” – Bob Pataki, capítulo: Helga va al psiquiatra
De esta estructura machista de Bob nace su negligencia a la
hora de reflejar sentimientos hacia su familia. Expresa sus emociones y orgullo
en base a la adquisición de trofeos, premios y dinero.
Bob intenta inculcar esta actitud en sus hijas, lográndolo
con la primera, Olga, quien es la típica hija overachiever (común de los
primogénitos), orientada a sobresalir siempre en todo lo que hace; sin embargo,
Bob fracasa al intentarlo con su segunda hija, Helga.
En cuanto a la madre, Miriam proviene de una familia de
clase media alta o alta, mimada por sus padres desde siempre, a pesar de contar
con habilidades artísticas, no puede desempeñarse adecuadamente en este campo,
o en ningún otro, debido a que la sobreprotección de sus padres la han
convertido en una mujer conformista, temerosa de salir de su zona de confort en
busca de su autorrealización.
Miriam se casa con Bob Pataki, un joven empresario en
potencia con un futuro prometedor y actitud dominante, alguien en quien ve lo
mismo que veía en sus padres: un sustento seguro. La excusa perfecta para no
tener que hacer nada y vivir cómodamente.
Sin embargo, Miriam no es completamente feliz por haber
abandonado sus sueños y haberse entregado a la comodidad que le brinda su
esposo, quien asume toda la responsabilidad por creerla incapaz de ser
eficiente en sus tareas. Debido a este trato, Miriam desarrolla sentimientos de
inferioridad y cae en una depresión que es clara durante toda la serie y que
sólo parece atenuarse cuando su hija mayor, Olga, aparece. Es fácil ver por qué
Miriam sólo se “sale” de su depresión ante la presencia de su hija: ve en ella
el reflejo de todo aquello que ella no logró ser a falta de padres que la
alentaran a superarse y trabajar por cumplir sus sueños. De aquí concluimos
que:
- Miriam cumple sus sueños por medio de su hija
- Siente gran agradecimiento hacia Bob, por moldear a Olga de
la manera en que ella quisiera haber sido moldeada, y por darle un lugar seguro
para vivir. De alguna manera, Miriam consigue lo mejor de sus dos mundos
psíquicos: mantenerse bajo el manto de sus padres (Bob), y realizar sus sueños
(por medio Olga)
En cuanto a su relación con Helga, Miriam está tan sumida en
su depresión que no le presta atención a su hija menor, quien no tiene más
remedio que el de independizarse de ambos padres y buscar lo que ellos deberían
ofrecerle, en otros.
Los sentimientos de amor y cariño de Helga hacia su familia
no son recíprocos y esto es algo de lo que Helga se hace consciente desde muy
pequeña: en un capítulo (“Helga va al psiquiatra”), se muestra una escena en
que Helga, a los 5 años, le dice a su padre “papá, yo también soy tu hija”
luego de que este la ignorara por ver a su hija mayor tocar el piano.
Es a causa de este desinterés por parte de sus padres que el
amor que siente hacia ellos se convierte en algo desagradable y debe
desplazarlo; es decir, transfiere la energía psíquica invertida en un objeto
que produce angustia, hcia un objeto menos angustiante. En este caso, el amor
que Helga deposita en su familia le genera displacer, por lo que pronto debe
recurrir a un objeto menos angustiante: Arnold.
Cómo se convierte Arnold en un objeto menos angustiante? En el
episodio ya mencionado, Helga nos revela que justo después de que su padre la
rechazara por ver a su hermana mayor, ella se retira sola de la casa hacia el kínder.
En el camino llueve, la acata un perro y un carro, al pasar sobre un charlo, la
baña en lodo. Pero de pronto aparece Arnold, cubriéndola con un paraguas y
diciéndole “me gusta mucho tu lazo rosado, porque combina con tu ropa”.
En ese momento Helga ve en Arnold una salida a su miseria:
encuentra a alguien amable, cariñoso y que se preocupa por ella; cualidades que
no ha encontrado nunca en sus padres.
Helga pronto vuelva toda la carga emotiva que guarda hacia
Arnold. Poco después, un chico en el kínder le quita unas galletas a Helga,
ella empieza a llorar –cabe destacar que en este momento Helga no es un bully
como lo es de grande- pero pronto Arnold se acerca y le da una de sus galletas.
Helga reacciona sonrojándose muy evidentemente y sus compañeros empiezan a
burlarse de ella. Aquí Helga entra en caos. El mismo objeto que le había
generado tantos buenos sentimientos, ahora era la causa de su humillación.
Arnold
se convierte entonces en un objeto extraño: es un conjunto de identificaciones
proyectivas patológicas de energías positivas y negativas, que crea en Helga
confusión. Helga reacciona como reaccionaríamos todos ante un objeto extraño:
con hostilidad. Y así empieza el patrón de comportamiento tan ambivalente de
Helga hacia Arnold: lo ama, pero demuestra públicamente que lo odia a fin de
evitar una nueva humillación.
Helga se identifica con la proyección que ha impuesto en lo
que para ella significa Arnold. Es fuente tanto de su angustia como de sus
mejores sentimientos. Es evidente la relación patológica que tiene Helga con
este objeto, pero como ella misma dijo en terapia:
“Nadie sabe que existo, creo que me volvería loca si no
fuera por Arnold.”